Declaración de la Comisión Ejecutiva
de la Conferencia Episcopal
Argentina
Ante la reciente aprobación por el Congreso de la Nación de las leyes de
Muerte Digna e
Identidad de Género, hemos creído oportuno
expresar, especialmente a nuestros fieles pero
también a la opinión pública, el pensamiento de la Comisión Ejecutiva
del Episcopado
Argentino sobre estos temas.
1- En la llamada ley de Muerte Digna creemos que
se ha avanzado en aspectos referidos a la
proporcionalidad de los medios a utilizar en
enfermos terminales, que eviten un
encarnizamiento terapéutico. Mantener una vida con
medios artificiales no siempre es
moralmente obligatorio. Es destacable, también, la
importancia dada a la voluntad del
paciente y de sus familiares, como parte de los
derechos personalísimos del enfermo. El
rechazo de estos medios artificiales no sólo es
válido, puede ser recomendable. Valoramos,
por otra parte, la prohibición de la eutanasia.
Lamentamos, sin embargo, que entre estos medios se
haya incluido el posible rechazo de la
“hidratación y alimentación”, como si fueran
medios desproporcionados, siendo, por el
contrario, un acto humanitario que hace a una
muerte digna. Su privación, en cambio, sería
una eutanasia pasiva.
2 - Respecto a la ley de Identidad de Género, si
bien se ha buscado responder a una realidad
que presenta sus reclamos, no se ha tenido en
cuenta el significado objetivo del dato
biológico como elemento primario en una legislación
sobre el tema de identidad sexual. La
diversidad sexual no depende sólo de una decisión
o construcción cultural, sino que tiene su
raíz en un dato de la naturaleza humana que
presenta su propio lenguaje y significado.
Desconocer el valor y el alcance de este hecho
debilita el sentido de la sexualidad que, en su
diversidad y complementariedad, debe orientar
tanto la vida de las personas como la tarea
educativa y legislativa.
La necesaria educación sexual debe estar
orientada, desde la infancia, a valorar el sentido y
la riqueza de la sexualidad. Consideramos muy
grave que la ley permita manipular la
identidad sexual de los niños y dañarla de modo,
tal vez irreversible e incluso en contra de la
voluntad de sus padres.
Estas afirmaciones no significan desconocer la
realidad de personas que sufren por estos
motivos. La ley, en cuanto ordenamiento de la
comunidad, debe tratar todo reclamo en el
marco jurídico adecuado y con las garantías que
ello implica. Pero, dejar el tema de la
identidad sexual a un libre sentir o decisión de
la persona, no corresponde a la certeza
jurídica que debe ofrecer una legislación a la
sociedad. La naturaleza no limita, en este caso,
los derechos de la persona, sino que muestra con
su lenguaje el sentido de la sexualidad
como un principio que debe orientar tanto la
educación como el contenido de las leyes de
una comunidad.
3 – En ambos casos es importante que se respete el
derecho a la objeción de conciencia, de
quienes vean afectadas sus sinceras y profundas
convicciones éticas por la obligación de
aplicar estas leyes.
4 - Hemos creído conveniente expresar nuestro
juicio y reflexión con el debido respeto y
como un servicio, en orden a colaborar “e iluminar
la aplicación de la razón al
descubrimiento de principios morales objetivos”
(Benedicto XVI, discurso en Westminster
Hall, 17/9/2010), que actúan como fuente de toda
normativa justa.
Buenos Aires, 16 de mayo de 2012
Mons. José María Arancedo
Mons. Virginio Bresanelli
Mons. Mario Cargnello
Mons. Enrique Eguía
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